Ponencia de la Coordinación de ALAMES a los miembros del XII Congreso

Inauguración del XII Congreso

En el momento que el XII Congreso de ALAMES se está desarrollando, hablar de crisis del capitalismo es anidar en una especie de lugar común. Sin embargo poco se reflexiona sobre esta etapa del capitalismo globalizado y el porqué, a pesar de sus crisis cíclicas, la crisis actual es en algún sentido una crisis única.

Acuñado hace 160 años el término MEDICINA SOCIAL nació como un grito, como una bandera, como una convocatoria a los profesionales de salud y a la población para confrontar con un modo de producción que ya había generado procesos de migración masiva, urbanización desordenada, desigualdad, violencia, trabajo infantil, enfermedades y muertes evitables en escalas nunca vistas.

Los prolijos y exitosos intentos del capitalismo norteamericano por domesticar y pasteurizar la salud pública y la propia educación médica desde principios del siglo XX dieron como resultado una medicina no solo indiferente a la injuria del tejido social sino también funcional al desarrollo de una medicina de mercado, sustento imprescindible del complejo médico-industrial transnacionalizado.

Las guerras mundiales y los conflictos sociales promovieron el desarrollo de diferentes formas de “pacto social” para neutralizar sus efectos con un correlato de políticas bienestarista que generaron la falsa sensación que el mundo se dirigía lenta pero seguramente a un futuro de derechos sociales extensos y universales.

Fue suficiente la caída de la URSS y la consiguiente mundialización del capital para que los estados de bienestar se transformaran en una carga de la economía y los derechos de los trabajadores formales en un “desmesurado costo país” para competir en la economía globalizada.

Es en plena euforia de ese capitalismo globalizado que un consenso científico llega como un balde de agua fría e instala una certeza que puede adquirir una dimensión de ruptura paradigmática equivalente a la revolución copernicana. La actividad humana ha alterado el clima del planeta en una dimensión tal que nadie se anima a pronosticar sus resultados ni siquiera frente a un improbable freno o disminución de las emisiones de efecto invernadero.

En otras palabras bajo el impulso de este modo de producción la especie humana se comporta como una neoplasia para un planeta que “se defiende” extremando todos los fenómenos climáticos.

Junto con el cambio climático otro dato conmovió el panorama mundial desde el año 2007 mas de la mitad de la población mundial es urbana, la mayoría de esta población vive en megaciudades en donde los extremos de riqueza y los extremos de pobreza conviven intensificando fenómenos de violencia. Un dato no menor si se consideran los estudios que parecen probar que para la salud la inequidad es más grave que la misma pobreza.

Cambio climático y urbanización masiva se han conjugado para poner en evidencia otro fenómeno que permanecía oculto. A pesar de las controversias y suspicacias sobre el manejo de la epidemia de gripe porcina, la concentración y la mega-producción alimentaria, especialmente la producción de alimentos de origen animal está generando condiciones de mutación en pocos años de cepas virales, procesos que llevarían siglos en la naturaleza. No es casual en consecuencia que la OMS se haya re-convertido –hay quien dice salvado- en función del temor de los países centrales un poco deshabituados ya a lidiar con las enfermedades transmisibles.

Una década después de la caída del muro de Berlín, Latinoamérica -convertida en laboratorio del neoliberalismo- se rebela frente al denominado “Consenso de Washington” y busca sus propios caminos heterodoxos por dentro y por fuera de la globalización.

Dos décadas después es el capitalismo central en EE.UU. y en Europa el que entra en crisis y las medidas paliativas parecen un calco de las recomendadas en el pasado: frente a las crisis del capitalismo, mas capitalismo: ahorros, despidos, reducción de derechos, austeridad. Hace décadas que los ganadores de este modelo aprendieron a crecer en tiempos normales y a crecer más aun en tiempos de crisis.

Mientras tanto el sector salud -a quien alguna vez Rudolph Virchow soñó como un dique, como un freno, como un límite a la voracidad del capitalismo- no solo no frena, no compensa, no denuncia sino que se ha transformado él mismo en uno de los sectores más dinámicos, rentables e inflacionarios del modelo económico.

Los grandes bancos internacionales se han transformado en arquitectos de los cambios regresivos del sector salud, que viabilizan y aceleran la introducción de una medicina mercantil, mediante créditos extorsivos y han resultado expertos en canibalizar conceptos como el de “reformas”. Luego del fracaso y de los daños extremos generados a sistemas de salud como el de Colombia o Chile vuelven a la carga con una nueva generación de reformas que sospechosamente encuentra consensos con quienes deberían estar alerta sobre estas operaciones. Nos referimos al intento de expandir mercados mediante la instalación de seguros públicos.

El debate seguros vs. sistemas a pesar de los argumentos igualitaristas se reduce a una ecuación instrumental o eficientista del uso de recursos ignorando que a pesar de sus fallas y defectos los servicios públicos de salud pueden ser el último bastión contra la mercantilización de la salud.

La paradoja es que seguros públicos fomentados por gobiernos progresistas de la región puedan terminar creando condiciones para una posterior masiva privatización del sector como ya ha ocurrido y continúa ocurriendo en Colombia y Chile. En síntesis “lo único seguro de un seguro es que mas tarde o más temprano va a terminar financiando al sector privado”.

Estamos frente a una nueva crisis del capitalismo, pero no es una crisis más. El capitalismo globalizado ya no tiene “mas afueras” a quien exportar sus crisis como hiciera en el pasado, se reducen las posibilidades de “escapar para adelante” explotando recursos naturales no renovables.

Al mismo tiempo el cambio climático, la urbanización masiva, las migraciones, la megaproducción alimentaria, las modificaciones genéticas intencionales, la incipiente fusión de la industria farmacéutica con la alimentaria entre otros obligan a prepararse para detectar precozmente, denunciar y hasta paliar fenómenos sanitarios de dimensiones y complejidades nunca antes visto.

En muchas de las crisis pasadas del capitalismo existía una alternativa que convenientemente satanizada permitía argumentar que el capitalismo era el “mal menor” si no se quería pagar con pérdida de libertades (básicamente al consumo suntuario). Hoy ese modelo alternativo no existe ni como imaginario ni como sujeto político capaz de proponer una alternativa creíble o amenazante.

El absurdo de esta situación es la mirada con una cierta conmiseración del fracaso de un modo de producción por parte de quienes nunca creímos en él.

No existe clase social ni modo de producción que simplemente se suicide si una alternativa mejor sustentada en una nueva correlación de fuerzas no surge y resulta patético el espectáculo de ver a los propios responsables de la crisis proponiéndole como remedio al paciente tomar más del mismo veneno que lo enfermó.

Como hemos visto la Medicina Social nació en sus remotos antecedentes del siglo XIX y en su más reciente vigorosa versión latinoamericana para poner en el centro del análisis este modo de producción y las renovadas e ingeniosas formas de incidir sobre la salud de nuestras poblaciones. Desde los originales trabajos sobre diferenciales en mortalidad infantil, la salud de los trabajadores o el uso colonialista de la lucha contra las enfermedades tropicales, sin dejar de lado las determinantes sociales y la caracterización social de la medicina un caudal muy importante de investigaciones explica cómo funciona el mundo.

Sin embargo si algo resulta particularmente complejo y dinámico es seguir la pista del capitalismo ya que ha hecho de su defecto una virtud fabricando remedios y vacunas eficaces para las enfermedades que produce. Eso sí, ni la vacuna ni el remedio son gratis.

La Medicina Social en este momento histórico puede y debe participar de un esfuerzo colectivo para construir un nuevo modo de producción aportando desde sus saberes acumulados luego de estudiar por décadas el proceso salud enfermedad atención y la trama explicativa que ha permitido identificar los actores, los factores y los mecanismos que los determinan.
El modelo neoliberal aplicado en los países en vías de desarrollo o del tercer mundo, tuvo su límite, en tanto que las resistencias sociales nunca dejaron de existir. La exitosa experiencia dirigida a la destrucción de los sindicatos combativos y a todo tipo de manifestación contraria al modelo mediante modificaciones de las relaciones laborales, el despido y la elaboración de normas que penalizan todo tipo de manifestación contrarias al modelo neoliberal, lograron inmovilizar y evidentemente debilitar a la otrora vanguardia obrera, sin embargo las luchas sociales de la mano de organizaciones sociales espontáneamente convocadas, cuya constitución laxa y fluctuante ha logrado cambiar gobiernos, modificar políticas aunque también algunas quedaron adormecidas.

La evidencia es que la Medicina Social largamente cultivada, difundida y aplicada donde pudo ser factible, no logró consolidarse con la rapidez que hubiéramos esperado. Las razones deberíamos buscarlas en la magnitud del impacto logrado por el sistema mercantil al incorporar en la mente y acción de propios y extraños, conceptos que dirigen el tema de la salud al ámbito de la asistencia, de la instrumentalización y de la sobrevivencia a través de medios científicamente bien logrados, pero solo al alcance de los que pudieran pagar y que los programas para pobres nunca podrán acceder a ese avance tecnológico por la serie de obstáculos y barreras que tiene el sistema.

La formación universitaria no queda eximida, de este especie de entrampamiento al que todo el sector salud y universitario ha quedado, del mercado y de los medios de comunicación, que mantienen una imagen extraña al espectador pero que lo incorpora y construye un imaginario extraño a él, alejándose de lo socialmente necesario.

Tomando nota del contexto de crisis estructural del capitalismo, de la capacidad instalada de las leyes del mercado en el sector salud y en el ideario gubernamental y social, a ALAMES le depara restablecer y abrir nuevas líneas de reflexión, investigación y acción que refuerce la discusión y construcción a partir de los nuevos paradigmas y contribuya a construir nuevos actores y consolide los paradigmas del pasado actualizados en el presente en el que el derecho de los pueblos y naciones originarias, de los afro descendientes, de los derechos a la naturaleza se constituyan en el centro de las acciones, retomando a la salud como la bandera de lucha mas importante y fiel, para el logro de una sociedad justa y equitativa, conductora del concepto amplio del Vivir Bien.

A nombre de todos los asistentes, queremos expresar nuestra gratitud a las autoridades nacionales del Uruguay por su acogida, cobijo y estimulo para desarrollar este XII Congreso, al Sr ministro de salud, Dr. Jorge Venegas, a las autoridades provinciales, a los señores intendentes, a las autoridades universitarias y a todo el pueblo uruguayo, a los organizadores del evento, todo un equipo que ha desplegado una esforzada y responsable dinámica a la vez de solidaria y de apoyo pleno al conjunto de personas que hemos atendido este llamado, a todos los compañeros de la IAHP y la Red Américas de Actores Locales de salud, por compartir este escenario de su congreso. Esperamos con alegría los resultados y la proyección de un trabajo conjunto a futuro.

La Coordinación de ALAMES, saluda a todas las delegaciones que se han congregado en este XII Congreso, a estudiantes y profesionales, a trabajadores, a sabios y sabias de la medicina tradicional, a mujeres y hombres, a todos los luchadores sociales, los saluda y los convoca a la lucha por otro mundo donde prime la dignidad el respeto y el vivir Bien en toda su magnitud. Otro mundo es posible y ahora se torna imprescindible construirlo.